miércoles, 4 de octubre de 2017

Madre India

Madre India

Autor: Fray Ignacio Rueda Latasa


¡Me lo escupió como ofensa!,
y a mi, me supo a alabanza…
¡Tu madre…! ¿Mi madre qué?
Se me tensaron las venas
como cuerdas de guitarra,
como cuando alguien mete la mano
así nomás, sin saber tocar.
Y tiemblan, vibran, suenan a muerte,
-luego se calman-
pero en su impulso íntimo
late un eco de venganza.
Así se me tensaron mis venas
al eco de sus palabras.
Tu madre… ¿mi madre qué ?
tu madre era india…
India sí, pero de pura raza,
todo el mundo puede verlo
lo lleva escrito a claras,
sobre la tersa vitela al óvalo de su cara,
con caracteres incaicos
sobre un fondo de oro y plata.
Un collar de baratijas,
le cuelga en su pecho y canta,
como un nido de gorriones
que al respirar se le espantan.
Dos arracadas le cuelgan
en sus orejas con gracia;
¡como que si hubiesen marcando
poquito a poco las ansias,
de que un día mejor que nunca
llegue a despuntar el alba!
Para rematar,
dos trenzas le cubren pecho y espalda;
como si los Dioses Indios,
hubiesen firmado el acta.

¡India mi madre! , ¡Muy india!
y larguísimas son sus faldas;
que sólo el viento
o la mano de mi padre las levantan.
¡Tu madre!… ¿mi madre qué?
sirvió como india en mi casa
y para todo y todos, 
fue como una bestia de carga,
para todo sí, lo admito;
pero no para el canalla de tu padre
que mil veces quiso de niña estrujarla
y poseerla cuando ya era ¡mujer casada!
Para el, ¡no!, ¡lo juro!,
lo juro por tata Dios
y Santa María del Iquique
mi virgen de las montañas,
que si ella fue copo de nieve,
mi madre, no le pidió nada.
Sobre la piel, su cuerpo,
no hay más huellas
que las de los golpes,
que mi padre borracho le propinaba.
Mi tata, ¡ay! mi tata…
Borracho y todo lo quise,
con pasión emocionada.
Porque la borrachera de mi padre
más grande y más amarga,
no era de alcohol,
del que llora en el trapiche la caña,
sino del zumo ensangrentado
de refinos de mil lágrimas.
Borracho, para olvidar.
Borracho de ira y de rabia.
Borracho y así … borracho
sin saberlo la ultrajaba.
Mamá, Mamá,
como un relicario beso las huellas
que hay en tu cara,
porque son como cien años
que con pasión te hizo mi tata.
con viril iracundia
de su hombría pisoteada,
sobre el trapiche cruento
de una injusticia nefasta.

Y ya no llores Mamá,
que ya nadie de Dios te ha de matar el alma
¡te defenderé!
aunque sea con estas guáduas,
que aspira a ser un andamio
y casa de un mundo mejor.
Si no, que las cañas nuestra milpa
se vuelvan lanzas .
Así que así
me has brindado la ocasión
de estas palabras,
anda, sigue tu camino,
con tu soberbia de raza,
y el mundo de tus prejuicios
como joroba en la espalda.
La vida te ha sido fácil
y por serlo, inapreciada,
ojalá, que cuando haya problemas
(y están cercanos)
sepas superar la vida
con valor y elegancia;
y temo que sean tus hijos
parásitos del mañana,
y que si llevan las trenzas ;
se ahorquen con ellas
por no aguantarlas.
La vida para vivirla,
hay que sufrirla y amarla,
¡Anda, sigue tu camino!,
¡pero mide tus palabras!
quisiste hacerme una ofensa
y a mi, a mi me supo a alabanza.
Mi madre es india, 
India,
¡ Indiaaaaaaa!


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